miércoles, 26 de enero de 2011

No somos adultos, aun no.

Parece ser que los años pasan en balde, pero con el pasar de estos acabamos por darnos cuenta de lo que han pesado, y aun, a día de hoy pueden llegar a pesar.
Nos hacemos mayores, y puede ser que quizás un poco cascarrabias, pero es que conforme la madurez te invade acabas por considerar pesadas las estupideces infantiles de muchos.
Empiezas por desear un poco de cordura en este mundo de dementes, pero acabas por comprender, que en el fondo uno mismo es la persona mas alocada con la que puedes encontrarte.
Comienzas por hacer caso omiso a cientos de tonterías, pero, eres picajoso, como un niño consentido.
Te molestan cosas absurdas que deberían no importarte, y te enfadas cuando alguien arruina tu cumpleaños.
Porque al fin y al cabo, ese día vuelves a ser el niño que todos guardamos dentro, y por desgracia, pretendes que te atiendan, te mimen, te cuiden o simplemente jueguen contigo.
Al fin y al cabo, uno se cansa de jugar siempre a ser un adulto, maduro y responsable.
Y sin pensarlo dos veces, decide hacer locuras: correr bajo la lluvia, jugar al "tú la llevas", o columpiarse en el parque mas cercano.
Pero como somos adultos, nuestros deseos quedan frustrados, y los menos alocados terminan borrachos como muestra de rebeldía.
Otros en cambio juegan a deshojar margaritas; me querra, no me querra, encontraré trabajo, aprobaré el curso...
Y una lista de incesantes deseos estúpidos que solo conseguimos con esfuerzo, pero es que hoy en día nos imparten la obligación de mostrarnos y comportarnos como adultos a escasas edades.
Pero, pese a las responsabilidades que podemos acarrear como personas que superan la mayoría de edad, osease, adultas, preferimos seguir jugando a las cartas con los amigos o simplemente entreteniéndonos diciendo una retahila de tonterías, que comportarnos como adultos, pese a que en realidad, en parte lo somos, al menos socialmente hablando.
Porque al fin y al cabo, tan solo somos proyectos de adultos, cuerpos que crecen demasiado deprisa, y parecen mayores al cumplir los dieciseis en muchos de los casos.
Y pretenden, que discurramos en el menor tiempo posible, en que rumbo encarrilar nuestras vidas futuras.
Luego, pasa lo que pasa, niñas y niños que se creen mayores, visten como gente de treinta, aparentan veintimuchos y poseen la arrogancia de un cerebro experimentado de cuarenta, y al final, resulta que a la hora de hablar su cerebro no llega a los doce.
Resulta que, señores y señoras, aunque no lo queramos ver no somos tan adultos como pretendemos ser, aun no.

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